domingo, 13 de marzo de 2011

"En el Escenario me siento muy cerca de Dios"

"En el escenario me siento muy cerca de Dios"

Después de un verano exitoso, Martín Bossi desarrollará hoy la última función de "M, el impostor" en el Teatro Auditorium.
"He vivido muy intensamente mi vida", asegura el actor de 36 años.
"He vivido muy intensamente mi vida", asegura el actor de 36 años.


Irse de uno, esquivar el dolor, transfigurarse, mutar, tener otra voz, otro cuerpo, otra historia. Descansar un rato de las obsesiones propias. A Martín Bossi le gusta irse de sí mismo. Y está, ahora, en ese mismo instante en que deja de ser él para ser otros, muchos. Terreno de transición el que abre en su camarín del Auditorium cuando deja su torso desnudo y empieza a maquillarse. El color piel de la sustancia que esparce y las líneas negras que ya delimitan sus ojos lo acercan al escenario y lo alejan de sí. Pronto no será él. Por suerte, la palabra demora el pasaje hacia ese otro -misterioso- lado.
"Para mí el humor es una vuelta de tuerca del drama", dispara. "Tuve una infancia muy alegre y una vida alegre a pesar de los dolores, soy un chico alegre, aunque con el tiempo fui perdiendo", sigue, más serio de lo que cualquiera acostumbrado a seguir sus personajes por televisión hubiese imaginado.
- ¿Qué es lo que fuiste perdiendo, Martín?
- De todo. Los seres más queridos no están, tengo algunos que me han quedado. Desde mis cuatro abuelos fantásticos y que se fueron todos muy jóvenes, hasta mi papá, que se murió a los 46 años. También mi perro, mi tía Alejandra a los 44. Siempre de cáncer. Mucha gente de mi familia se fue joven. Y con las pérdidas se sumaron algunos desamores que uno tiene en la vida. Todo eso me fue construyendo. Más enterarme de que me voy a morir un día, cosas que uno a veces cuando es joven dice "eso no me va a pasar".
- Hablás como un anciano...
- No, pero he vivido muy intensamente mi vida. Los 365 días por 36 años que tengo los viví, no transité, los viví mucho, falta mucho igual, ojalá, si Dios quiere. Por eso hoy disfruto más de la vida: he atravesado el dolor y si lo tengo que atravesar de vuelta lo atravieso, no lo esquivo. Muchas veces lo esquivé, siempre, pero después se paga caro eso.
Yo fui mentiroso con los estados de ánimo, con no hacerme cargo de lo que me pasaba en ese momento y hoy me llevo muy mal con la mentira. La mentira ha sido una aliada durante mucho tiempo pero hoy me llevo mal. En cambio, la verdad me encanta, el poder transitar por la verdad, el hecho de que si me duele algo decirlo y hacerme cargo de los dolores y de las ausencias, del paso del tiempo.
- ¿Hubo terapia para aceptar estas cosas?
- Se lo debo a la vida. Dios, creo, me fue enseñando, me fue quitando y dando lo suficiente como para que me ponga en este lugar. He perdido mucho lamentablemente y gracias a Dios.
Tenis, disciplina y Dios
También fue otro cuando era profesor de tenis y llamaba a sus alumnos con nombres de animales y, a fuerza de tantas bromas, terminó como amigo de sus enseñandos. Se lo debe a su papá, que le puso una raqueta de tenis en las manos cuando apenas tenía cinco años. Gracias al deporte aprendió el valor de la disciplina, un elemento clave a la hora de abrazar su verdadera vocación: la actuación. Hoy, su excelente condición física no es un dato menor a la hora de ver el recorrido que hace con "M, el impostor", la exitosa obra que trajo a Mar del Plata.
- ¿Llenaste la heladera con el tenis?
- La verdad es que no, porque vivía con mi vieja, si hubiera tenido que llenar la heladera con el tenis me hubiera cagado de hambre. Pero el tenis me enseñó a tener una conducta y una forma que la pude trasladar a lo artístico. Esa conducta la volqué al teatro. Creo que esencialmente soy un tenista, no sé si soy un tipo que vive como un actor, más bien soy un deportista. Corro todos los días, me conecto con el deporte, con el "fulbito", participo en el torneo interclubes.
- Sin embargo, trascendiste arriba del escenario y no adentro de una cancha...
- Sí, encontré a qué vine al mundo. El tenis es un arma, es una herramienta, de hecho hoy a la tarde jugué como dos horas y me hace feliz, me hace volver a mí, al eje. La actuación es una vocación, no le encuentro mucha explicación, uno viene con una vocación. Y yo le di para adelante.
- Mencionás mucho a Dios. ¿Sentís que te protege?
- Absolutamente, sí, me salvó la vida. No creo en la Iglesia porque está hecha por hombres ni tampoco en el cuentito que me contaron de chico, pero creo en Dios.
- ¿Qué es Dios?
- Es una fuerza donde deposito mi confianza, donde pido, donde busco la paz, donde encuentro a aquellos que se fueron, uno tiene que creer en algo, si no qué hacés, de qué te agarrás, pero si Dios existe o no existe, yo qué sé, podemos estar discutiendo toda la vida y nunca lo vamos a descubrir, nunca.
- ¿Dónde lo encontrás?
- En el escenario, sí, claro, la creatividad tiene mucho que ver con Dios. Lo leí en muchos libros: el hecho artístico tiene que ver con Dios. En el escenario me siento muy cerca de Dios, es como que estoy volando, me siento conectado con la vida, aparte estoy donde tengo que estar, no tengo que estar en otro lugar.
- ¿O será que Dios está entre el público y el aplauso?
- No siento que Dios sea el público, hay energías que uno siente cuando es muy feliz por ahí, y uno lo llama Dios, o la plenitud es Dios, aunque en el dolor también está Dios, es medio largo, pero creo, creo profundmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario