lunes, 26 de diciembre de 2011

El Regreso del Hombre que sabe disociarse

El regreso del hombre que sabe disociarse

“Martín Bossi, el impostor apasionado”. El actor presenta un espectáculo combinado, entre imitaciones y autobiografía.

Segundo pergamino de caracterizaciones que entrega el actor, esta vez en Martín Bossi, el impostor apasionado . Y nuevamente Bossi trastoca el escenario, un amplio Auditorium de Mar del Plata, en una vertiginosa pasarela de máscaras y climas, acompañado por una banda de diez músicos y un destacado cuerpo de baile.
Un niño se disfraza de El zorro en una fiesta de cumpleaños. Está muy convencido de su rol y decide, claro, impresionar a las chicas. Pero ellas lo repelen ... por ridículo. Con este juego de remembranzas a través de una proyección que da comienzo a El impostor apasionado , Bossi expone algo que, además de las caracterizaciones y el humor integral de la propuesta, es una línea que intenta resaltar en su espectáculo: la soledad del actor. Un relato que se completa por la aparición de una severa maestra rusa de actuación, Irina (la gran Vivian Jaber, ex Chachacha ), que sigue a un tal “Martín Bosichs”, quien no acepta su destino como artista y esconde su identidad creativa.
Estamos frente a un show de covers humanos, algunos merodeando lo freak ; todos severamente logrados. Un desfile de figuras al que se agrega, como fondo, el relato de ciertos aspectos biográficos de Bossi, cuya ductilidad destaca no sólo el virtuosismo, sino su inagotable capacidad para impregnarse de lo ajeno. Pasan, frenéticamente, Charly García, Joaquín Sabina, Andrés Calamaro, Luis Miguel, Aníbal Pachano, Jacobo Winograb, Cacho Castaña... Algunos de ellos a cara lavada, reproducidos con una elevada minuciosidad gestual.
El espectáculo combina coreografías, música en vivo y recursos multimedia -donde se luce un lisérgico dueto entre Fito Páez y Sabina-, con momentos de intimidad en los que Bossi, sentado en el proscenio, muy cerca del público, se maquilla. “Como dicen los grandes, lo primero que hay que destacar de un personaje es la mirada. Los ojos es el lugar -dice- donde empieza una caracterización”.
Allí, sin más, ingresa un afectado Claudio María Domínguez, seguido por un Polino. “ ¿Qué le pasó en su vida que siempre está enojado? ¿Le robaron a Ken de chico? ”, se pregunta Bossi.
Alberto Ure escribió alguna vez que Alberto Olmedo, a quien consideraba “el gran actor argentino”, era una extraordinaria caja de resonancia: el vacío era su vida y eso le resultó insorportable. En este camino, salvando distancias, Bossi deja un mensaje sobre su oficio. La clave está en la emotiva evocación de Sandro, sin maquillaje ni vestuario, donde deja de escabullirse en la máscara y sólo se apoya en las imágenes de su niñez en el Club Alsina y en la figura de su madre, endulzada por la voz del Gitano.
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